Ser positivo ¡y sobrevivir en el intento!

Las energías de discriminación, miedo, odio, separación, y en general de intolerancia son parte de la vivencia de la humanidad. A lo largo de la historia, las guerras han sido la consecuencia de las vibraciones generadas por estas ideas y emociones, bien sea por razones raciales, étnicas, religiosas o políticas. Increíblemente, a pesar del avance que vivimos hoy día, tales energías siguen presentes en todas partes. 


Particularmente en Venezuela, hemos estado inmersos en una vibración de intolerancia y quejas en los últimos años. Con sus altas y sus bajas, se ha vuelto parte de la cotidianidad, afectando relaciones y formas de convivencia; algo notable incluso en actos que eran tan simples y hasta relajantes, como ir de compras, reunirse o desplazarse en transporte público.


Desde hace varias semanas he estado pensando en abordar este tema, pues me toca en lo personal, dado que al estar inmersa en estas fuerzas colectivas, se hace muy difícil no caer en la “misma tónica general del ambiente”. ¿Cómo hacer recomendaciones sobre algo, cuando a uno le pasa lo mismo que a los demás, aunque sea inconscientemente? Es incongruente decir a otros que hagan lo que uno no ha podido. Sin embargo, me he puesto como reto manejar estas energías, empezando por el único y primer campo de acción a mi alcance: el mío.   


Trabajar con energías colectivas no es nada fácil, pues dependen mucho del plano astral, donde pululan gran cantidad de formas de pensamientos y emociones discordantes (egrégores) generados por los grupos humanos, sean familias, localidades, ciudades y países. Así que para un solo individuo o un pequeño grupo, influir en tales vibraciones puede representar una labor titánica.

Sin embargo, en un artículo de la Bitácora Esotérica, titulado “Acerca de los egrégores colectivos”  hay un párrafo donde se señala una clave acerca de la actitud a tomar. Textualmente dice que “cada vez que un individuo dentro de una familia, población, nación o región, trabaja conscientemente en liberar, eliminar y transmutar las formas de pensamiento destructivas que ha creado, para luego emitir y formar elementales constructivos, influye sobre la forma de pensamiento colectiva dominante.”


Bien, se entiende la recomendación, pero la dificultad se halla en ponerla en práctica, más cuando uno mismo está involucrado. En mi búsqueda de ejercicios para poner esto en marcha, me topé con el libro “La inspiración: un llamado primordial”, de Wayne Dyer, un autor clásico de textos de autoayuda.



Entre el ego y el ser superior
En el libro hay comparaciones muy instructivas entre el ego o pequeño ego (nuestra personalidad) y el Yo Superior, la Fuente o nuestro Ser Superior (Dios), como lo llama el autor. Y ahí encontré más claves para el trabajo con las energías colectivas de baja vibración, empezando por "realinearse con la Fuente".

No se trata de un realizar un extraño ritual, pues el realinearse con el Ser Superior comienza por identificar al pequeño ego que habita en nosotros y saber qué lo fortalece y qué lo debilita. Dyer hace mención a los “guerreros del ego”, es decir todas aquellas armas colectivas que amplifican las ideas negativas de las mayorías, dándole mayor importancia al ego personalidad que nos divide, que al Yo Superior que nos une. Citaré dos: el uso de las oraciones y plegarias como herramientas de separación y la energía que manejan los medios de comunicación.


El mal uso de la oración y la plegaria

La mayoría de las religiones, credos y filosofías repiten que Dios es amor, inclusión, paz, abundancia y bienestar, entre muchas cosas buenas. No obstante, muchos lo responsabilizan por no evitar el odio, la intolerancia, la violencia y todo lo negativo que vivimos, cuando el verdadero responsable es el ego humano.

Nuestro yo inferior es quien divide, odia, daña y causa guerras. Esto significa que la realineación implica el esfuerzo por mejorar nuestra personalidad, a fin de depurar tales energías en nosotros. Eso es posible cuando nos hacemos conscientes de cómo actuamos a través de ellas y los resultados desagradables que nos generan; sobre todo si son reforzadas por los pensamientos y emociones colectivas del entorno, convirtiéndose en una especie de virus que va contaminando a todos.


La oración y la meditación  son herramientas fundamentales en este proceso de concientización interna, pero incluso hasta en este acto puede meterse el pequeño ego, que quiere competir, ser mejor que los demás, ganar y tener la razón.


¿Cuántas veces rogamos movidos por el miedo a lo malo que va a ocurrir? ¿Cuántos de nosotros hemos orado y meditado pidiendo que nuestras ideas o creencias resulten triunfadoras, o que se impongan al contrario? ¿Cuántos nos hemos quejado porque nuestras ideas, nuestra opción o los deseos personales no son cumplidos? ¿Cuántos pensamos que Dios debe estar en nuestro bando y tiene que darnos la razón? 



“La gran falacia de los conflictos radica en la asombrosa ignorancia de la naturaleza de Dios. Por ejemplo, cuando nuestros políticos le piden a Dios que nos bendiga y nos ayude a matar y a derrotar a nuestros enemigos, es como si nuestras piernas le declararan la guerra a nuestros brazos. Nuestro cuerpo está conformado por la totalidad de sus órganos y una guerra entre ellos acabaría con la vida. Como el cuerpo, Dios no puede procesar ningún discurso que hable de separación”, dice Dyer.

Para hacer consciencia de lo anterior, revisemos los tipos de pensamientos  que sostenemos en la mayoría de las situaciones cotidianas para determinar su procedencia: si son de separación, queja e intolerancia provienen del ego. Cada vez que lleguen a la mente, hagamos el esfuerzo de polarizarlos con pensamientos contrarios (conectarse con pensamientos positivos).


Actuar ante las “malas noticias”



Dyer resalta que “estamos sometidos constantemente a un ejército de recolectores de malas noticias que reúnen y propagan energías de vibraciones bajas para que las consumamos… Debemos entender que estas “noticias” son una dosis permanente y adictiva de baja energía… No estoy sugiriendo que debamos abstenernos de la información o que permanezcamos en un estado de ignorancia cómoda, lo que digo es que la consciencia es la clave para permanecer en Espíritu (Dios).”

El ejercer el periodismo como profesión me hace coincidir con estas frases, y me permite agregar que ciertamente nuestra formación nos ha condicionado a elegir lo más negativo y conflictivo que ocurre como “los mejores titulares”. Por eso resulta tan agobiante leer un periódico. Parece que nada bueno ocurre en ninguna parte.


Sin embargo, nuevamente hacerse consciente es la clave para mantenerse informado y “no conectarse con lo negativo”. 


El autor resalta que dado que no podemos eliminar el odio que reflejan las informaciones de baja energía, lo mejor que podemos hacer es no identificarnos con ellas, y aun menos convertirnos en multiplicadores, haciendo eco de rumores y comentarios negativos.¿Cuántas veces lo hacemos replicando mensajes negativos  en redes sociales, en correos y mensajes de texto?


Ante la avalancha negativa de los medios, hagamos un esfuerzo por exponernos lo menos posible a ellos o evitemos los contenidos que nos hagan sentir mal. A veces es bueno hacer un “ayuno de TV, radio, periódico, teléfono e internet". Si se nos hace cuesta arriba, podemos darnos cuenta de cuán adictos somos a la tecnología.


Al percatarnos de que estamos reforzando lo negativo del entorno, en conversaciones o en monólogos internos, y que estamos sintiendo  rabia y miedo,  repitamos mentalmente: “elijo conectarme con lo  positivo y elevado de mi entorno”. La idea es buscar lo bueno en medio de lo negativo. Ver el vaso medio lleno o medio vacío es nuestra elección.


Como muchas ideas se arraigan en niveles profundos de la mente, realizar el ejercicio para el subconsciente incluido en la sección "Herramientas ABC" de Argos en la Red, ayuda a su desprogramación. 


Al combinar estas prácticas con meditaciones, ejercicios de relajación y buen entretenimiento -haciendo de esto un hábito y no una actividad esporádica- por Ley de Vibración llega el momento en que la conexión con “las buenas noticias y los pensamientos positivos” se hacen realidad. 


Ello no significa que lo malo dejará de suceder o que solo tendremos experiencias agradables, sino que al elevar la frecuencia vibratoria, nuestra actitud ante lo negativo será cada vez mejor, evitando ser contaminados por el colectivo y multiplicadores de bajas energías.




Escrito por Glenda González

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