Los milagros sí ocurren

"Los milagros no se conforman totalmente de sueños; a menudo se construyen a partir de hechos sencillos, simples y cotidianos."

Norman Vicent Peale

Para iniciar este relato tomé este pensamiento de Norman Vicent Peale, ya que es adecuado para la historia personal que a continuación relato.

En 1987, al igual que en el presente, había escasez de algunos productos. Como dice la letra de un famoso  bolero que cantaba el recordado Felipe Pirela: "la historia vuelve a repetirse". Bueno, en ese entonces igual sucedía con el café.


Una mañana, como tantas otras, preparaba el desayuno y al hacer el acostumbrado cafecito observé que solamente me quedaba la cantidad exactamente necesaria para elaborar una taza de café.

Al recordar que en diferentes oportunidades había acudido al supermercado buscando un paquete de café y que al llegar ya se había agotado, me despreocupé y le dije a Dios -revolviendo mi café-:

"Querido Dios, sabes que se me acabó el café, así que en el nombre de Jesús te pido me dés café, y por favor  -añadí-  si me puedes conseguir  la marca que me gusta, mucho mejor. Gracias Padre-Madre.

Bueno, me senté de lo más tranquila a desayunar. Cuando estoy terminando mi desayuno llaman a la puerta de mi casa y pregunto quién es, oigo que me contesta la voz de un muchacho que dice: señora, soy el muchacho del café.

Asombrada abro la puerta de golpe y veo a un joven como de 12 años quien también, a su vez, me mira asombrado.

Rascándose la cabeza me dice:

-Pero aquí no es, me equivoqué.

Yo le digo:

-Un momento, vamos por parte, ¿quién eres?

El dice:

-Señora yo trabajo en el supermercado que está al lado de la bomba de gasolina. Usted sabe que hay escasez de café, entonces una persona que vive por aquí me pidió que cada vez que llegue café al supermercado le lleve a su casa los paquetes que pueda. Ella me los paga y me da propina,  pero...     -vuelve a rascarse la cabeza-  no sé cómo llegué aquí, porque además no es el edificio ni tampoco el piso.

Yo  me rio y le digo:

-No te preocupes, Dios sí lo sabe. Ahora cuéntame, ¿la señora tiene café en estos momentos?

-Claro que sí -responde-  en esta semana le acabo de dejar algunos.

Le dije entonces:

-Ese café me lo manda el Señor, así que no te importe, yo te lo pago y te doy propina.

El muchacho accedió y le pagué el contenido y su propina. Se fue agradecido y perplejo por lo que había ocurrido.

Cuando abrí la bolsa, cuál será mi sorpresa al comprobar que no me habían dado un solo paquete, sino tres kilos,  y además, ¿adivinen? La marca que yo quería.

De rodillas caí ante la presencia de Dios, agradeciéndole con todo mi corazón por todo su amor, cuidado y pronta respuesta.

Los milagros suceden día a día para aquel que en Dios confía, y no importa el tamaño o dimensión del mismo.

Confía, Dios te ama. 

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